Cuando los historiadores hablan de civilizaciones se refieren a aquellos pueblos que han logrado organizarse de manera más compleja que los hombres prehistóricos. Dos son las condiciones que generalmente coinciden para que nos encontremos frente a una "civilización": Ciudades y Escritura.
No simplemente por lo que significan estos dos
elementos por sí mismos, sino porque implican una serie de otras
transformaciones: la división del trabajo en una amplia variedad de oficios, la
aparición de grupos sociales muy diferenciados, la construcción de edificios
monumentales, el establecimiento de religiones muy elaboradas y la creación de
diversas formas de gobierno. Aparecen los reinos y los reyes, los imperios y
los emperadores.
Por su escritura, sabemos cómo se llamaban sus
gobernantes y cuánta era la riqueza que tenían. Pero también, qué pensaban de
la vida y el amor estos seres que vivieron hace tanto tiempo. Podemos conocer
más de una sola de estas “civilizaciones” que de los millones de años de
prehistoria. Haciendo una comparación, si a los hombres prehistóricos los vemos
tan lejos y con tanta rapidez como si los observáramos desde la ventanilla de
un avión, a estas primeras civilizaciones las contemplamos mejor, desde más
abajo, más despacio y con más amplitud, como si fuéramos en la cabina de un
helicóptero.
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